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Una niña regia con veintitantos primos y domingos en casa de la abuela. Una joven que zigzagueó entre diplomacia, banca, consultoría y startups, hasta que el cierre inesperado de la empresa en la que trabajaba le mostró una puerta que no pensaba abrir: la de fundar. ¡Y en Silicon Valley!
Su empresa de biotecnología nació con una presentación de 12 filminas, tres socios improbables y un cheque inicial. Hoy los millones de dólares de inversión se han multiplicado, y también el número de patentes y las alianzas globales.
Vive con su marido y tres hijos lejos de México, pero no del idioma español; ni de las arepas venezolanas aportadas por el papá o el altar de Muertos promovido por la mamá.
De su abuelo aprendió que la iniciativa es importante, pero es más importante la terminativa. Y eso, en su historia, no es una sola frase: ha sido la diferencia entre imaginar y lograr.

Una niña regia con veintitantos primos y domingos en casa de la abuela. Una joven que zigzagueó entre diplomacia, banca, consultoría y startups, hasta que el cierre inesperado de la empresa en la que trabajaba le mostró una puerta que no pensaba abrir: la de fundar. ¡Y en Silicon Valley!